lunes, 30 de julio de 2018

El 'voguing' visto por Teresa Suárez, la fotógrafa española que captura la escena 'ball' en París

La mirada de Teresa Suárez captura este estilo de baile cada vez más relevante, y nos propone un ejercicio de reflexión para enraizarlo en sus orígenes sociales


Cuando Teresa Suárez llegó a París, con la cámara de fotos entre sus manos, no sabía hablar francés con fluidez, y tuvo que abrir mucho los ojos. Observar y escuchar como estrategia de aprendizaje, de aproximación a la realidad extranjera que era, de pronto, su única realidad. Fue con ese espíritu con el que llegó a los escenarios urbanos del movimiento voguing de París, un secreto a voces bajo el callejero de la capital francesa. Mucho más que una tendencia de baile popularizada por Madonna, el voguing es un espacio seguro para identidades queer y expresiones personales, creado y cuidado por la comunidad LGBTQIA. Su vigencia cultural, como apunta Teresa, le ha hecho llegar a todas partes “bares, discotecas, ayuntamientos o incluso el Palacio del Elíseo”, nos cuenta la fotógrafa, aludiendo a la invitación extendida por el presidente francés Emmanuel Macron al productor y DJ Kiddy Smile, uno de los grandes influenciadores de la escena voguing en París. El artista “acudió con una camiseta con el mensaje ‘hijo de inmigrantes, negro y maricón’”, recuerda Teresa, un gesto que enraiza el fenómeno voguing en unos orígenes que se difuminan en su proceso de masificación como tendencia. 

En las fotos capturadas por Suárez hay una voluntad de recuperar el mensaje de orgullo, identidad y libertad localizado en las raíces del estilo de baile.

Sobre la mirada de Teresa Suárez

Un paseo vertical por su perfil de Instagram es un viaje a través del negativo de la realidad que no conoces. Teresa centra su mirada en los olvidados, “no para darles voz”, advierte, “no me gusta esa expresión, se trata más bien de servir como altavoz”. Y ella amplifica ese sonido allá donde puede, a sus 25 años, esta asturiana publica su imágenes con asiduidad en Le Parisien, Público, Píkara Magazine o El Mundo. Su forma de expresarse traduce ya la importancia que el rigor tiene en su trabajo, y el eclecticismo de sus intereses (fútbol, música, ensayo queer, etc.) delata una curiosidad nerviosa que no puede dejarse nada fuera. Pero pese a ello su honestidad la lleva a callarse y escuchar, desaparecer como autora en favor de las historias plasmadas en sus imágenes.


De pequeña quería ser médico y trabajar en Médicos Sin Fronteras, pero como el tiempo le mostró “que no estaba hecha para las ciencias”, transformó el mismo impulso en una vocación por el fotoperiodismo. “Comencé cubriendo las protestas del 15M”, relata Suárez. En París, ciudad en la que vive desde hace cuatro años, comenzó su andadura con À Paris (2014-2017), “pura fotografía callejera centrada en ‘Los Otros’, personas que que rompen con el estereotipo que tenemos del parisino o la parisina pero que son piezas indiscutibles de la identidad de esta ciudad”. Desde 2015 viaja Ucrania para documentar el conflicto. “La guerra en Ucrania es casi un tema invisible en la prensa española”, se lamenta Suárez, pero en su busca del negativo, de las historias menos representadas, ha centrado su trabajo Moja Kraina en cómo la guerra “ha cambiado el rol de las mujeres, cómo les afecta siendo soldados, médicos, paramilitares, voluntarias, civiles, desplazadas…” Todo bajo su propia ética profesional autoimpuesta: “cambiar las cifras de los medios por nombres y apellidos. Es la ética que sigo, ya sea en Avdiivka a siete kilómetros de la línea de frente, que en un reportaje sobre el racismo en París o sobre el fin de la mina en Asturias”.


Paris is Voguing

Queremos conocer el voguing a través de la mirada de alguien que ha aprendido tanto sobre ello en tan poco tiempo como Teresa, y revivir con ella las emociones que despierta y que se hacen casi palpables en la vibración de sus imágenes.

Vogue.es: Desde tu posición como observadora, ¿qué deberíamos, en tu opinión, saber sobre el voguing? 

Teresa Suárez: Es un tema delicado. El voguing ya existía antes de que Madonna pronunciara su famosísimo strike a pose, no debemos olvidar sus origines, un baile creado por personas pertenecientes a comunidades muy estigmatizadas en la sociedad norteamericana (afroamericanos, latinos, homosexuales, trans, seropositivos…) El voguing sigue siendo bailado mayoritariamente por personas racializadas queer que en la mayoría de las ocasiones forman parte de comunidades que continúan siendo estigmatizadas, al menos en Francia, ya sea por la sociedad dominante o por su propia comunidad. La homosexualidad, la feminidad en un hombre, etc. Son cuestiones que siguen sin ser aceptadas en la cultura predominante de la banlieue (los suburbios) es algo que retrata bastante bien Kiddy Smile, productor, dj y una de las figuras más importante del voguing francés, en el videoclip de Teardrops in the box.

El voguing ha evolucionado, aunque siga manteniendo sus bases, y se ha popularizado en los últimos años, es algo que divide un poco a la comunidad por lo que he podido entender. Por una parte es interesante porque es mucho más accesible pero a su vez corre el riesgo de banalizarse. Muchos artistas, al igual que Madonna en su tiempo, incluyen movimientos propios del voguing en sus coreografías, algo que molesta a la comunidad cuando no son bailarines de voguing sino bailarines a los que enseñan algunos movimientos. El voguing es mucho más que un estilo de baile, es un elemento de resistencia, de lucha, un símbolo de la comunidad queer del cual nunca deberían olvidase sus orígenes.


Vogue.es: ¿Qué te llevó a querer retratar este movimiento en París? ¿Cómo accedes a los espacios?

Teresa Suárez: Llevaba varios años queriendo trabajar sobre el voguing. En 2014, antes de irme a París, varios amigos asturianos me hablaron sobre este baile y su importancia en la comunidad queer. Meses más tarde, ya en París, en un curso en la universidad sobre Género, Clase y Raza realicé un ensayo sobre la película Paris is burning desde esta perspectiva. Fue ahí donde empezó todo, la búsqueda de los balls, de las houses… Es difícil conseguir las direcciones si no conoces a nadie que forme parte del ambiente y París no es una ciudad fácil para hacer amigos. Siempre me ha interesado la relación entre cuerpo y el espacio, o cómo el cuerpo puede ser un instrumento de expresión y militancia. Poco a poco, acudiendo a espacios festivos queer como la Shemale o La Wet For me, comencé a ver a personas incluyendo movimientos propios voguing en sus bailes, es gracias a ellos que pude conocer las primeras direcciones y comenzar a trabajar.


Vogue.es: Cómo observadora y documentalista de la escena Voguing parisina, ¿qué sensaciones despierta en ti ser testigo de estos bailes? ¿Cómo describirías lo que te hace sentir?

Es difícil de explicar, es un ambiente muy intenso, cargado de emociones. Cada elemento de un ball es especial: el comentador, los jueces, la música, el tema general, las diferentes categorías, el público... El Dj y el MC son responsables de canalizar toda energía y hacerla llegar tanto a los bailarines como al público. Cada ball es único aunque es verdad que todos ellos tienen algo en común, son espacios protegidos, toda la ball scene es un enorme espacio seguro. Un espacio libre de agresiones, sentirse seguro es fundamental para dar lo mejor de ti mismo. La ballroom es una comunidad muy familiar a la vez que competitiva a raíz del sistema de houses, la gran mayoría tienen su sede en los Estados Unidos (Ninja, Xtravaganza…) pero sus bailarines están repartidos por todo el mundo. A su vez, estas houses estas dirigidas por una mother, este rol es vital, va más allá del liderazgo del grupo. Una “mother” acompaña dentro y fuera del universo ball a sus “children”, es una guía, un apoyo absoluto y esto se siente en el ambiente.

Recuerdo uno de los últimos balls a los que acudí con mi cámara el público estaba a menos de un metro de distancia de los bailarines, muchas veces llegaba a haber contacto físico entre ambas partes, era alucinante, muy especial, los bailarines se nutrían de los gritos del público casi en éxtasis y el público se alimentaba a su vez de los movimientos de los bailarines. Es indescriptible, solo puedo explicarlo a través de las imágenes.


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