jueves, 20 de marzo de 2014

Rock and Roll: un apunte social


Por su proximidad en el tiempo, y por que nació cuando la televisión, en Norteamérica, era ya un fenómeno de mansas, el rock and roll es posiblemente la primera muestra de cultura popular plena y totalmente documentada desde su inicio hasta su fin. Eso no significa que podamos decir cuando nació porque en realidad, no nació sino que fue naciendo, poco a poco, como les ocurre a todas las manifestaciones surgidas desde abajo. La forma de bailar el rock y el propio vocablo que lo designa rondaban desde hacía décadas en la cultura popular norteamericana cuando, a mediados de los años 50, una forma de cantar y tocar empieza a enfebrecer a los jóvenes que ven en ella la vía para canalizar sus ansias de disconformidad y rebeldía. 
 Basta mirar algunas escenas de baile del musical Hellzapoppin' (1941) y compararlas con las coreografías con las que las parejas bailaban al son de "Rip it upl", uno de los primeros rock and roll. Si prescindiéramos del audio, sería difícil dilucidar cuál es el lindi hop y cuál el rock and roll, porque ambos comparten la mayoría de los pasos. 
Dejando la coreografía a un lado, si nos centramos en la música, el concepto clave es hibridación, sincretismo, mestizaje… y las palabras mágicas para el conjuro el negro rithm and blues y la blanca y sureña Country music. Antes de que las barreras políticas y civiles entre negros y blancos se rompieran en la racista Norteamérica de los 60, los músicos ya habían mezclado su sangre y los géneros comenzaron a fusionarse para crear el rocka billi y el rock and roll y de hecho, por primera vez, para sorpresa de los propios estudios, una pléyade de cantantes negros (Chuck Berry, Little Richard, ) triunfaban también entre la juventud blanca. 
Si no queremos caer en la mitomanía y el romanticismo de las singularidades, habría que decir que el hondo calado del movimiento juvenil de los rockers en Estados Unidos y los teddy boys en Gran Bretaña fue posible porque, por primera vez, superadas las penurias de la posguerra, existía en el mundo una generación de jóvenes de clase media trabajadora con renta disponible para comprar una ropa diferenciadora, conducir una moto o incluso un coche, y consumir "su" propia música. 
Paralelamente, el rock and roll tuvo un potente aliado: el desarrollo técnico. Por un lado, la televisión, que mostraba por primera vez su capacidad aún hoy inigualada, para cimentar movimientos de masas, por otro los discos a 45 rpm en vinilo, baratos y de buena calidad acompañados de tocadiscos mucho más pequeños y asequibles. Con ellos, la música se trasladaba del salón de la casa y el control paterno, a la Bailando el rock en las orillas del Sena habitación de los adolescentes. El trío de ases lo completaba la aparición de los aparatos de radio con transistores, también más pequeños y baratos, que comenzaron a popularizarse en este periodo. 
No sabían los jóvenes de mediados de los 50, que su rebeldía estaba poniendo los cimientos de la sociedad de consumo pero las casas discográficas, los empresarios de espectáculos y los estudios cinematográficos lo detectaron rápidamente y se apresuraron a adquirir un ramillete de nuevos "ídolos" para marcarlos con el sello recién acuñado: estrellas del "rock and roll. 
Si no es fácil decir cuándo nació más complicado es saber cuando murió, cuando empezó a transformarse y cuándo se convirtió en una cosa realmente distinta. Hoy, docenas de rock con apellidos dispares comparten un abuelo común, pero gracias a las grabaciones, las imágenes, las películas y los recuerdos aquel rock and roll, el verdadero, el primero, el de bailes en blanco y negro, aún está aquí. ¡Larga vida al rock and roll! 

Autor:J. Alberto Mariñas


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