La bailarina del futuro. De Isadora Duncan a Joséphine Baker
Exposición en Espacio Fundación Telefónica
Un proyecto expositivo que nos sumerge en las figuras revolucionarias de la danza moderna a través de siete coreógrafas y bailarinas: Isadora Duncan, Loïe Fuller, Joséphine Baker, Tórtola Valencia, Mary Wigman, Martha Graham y Doris Humphrey. La muestra reivindica así el papel de estas pioneras históricas que creyeron en la necesidad de crear nuevas formas de expresión y de liberar el cuerpo femenino enfrentándose a las convenciones sociales y al rígido canon del ballet romántico.
Siete mujeres bailarinas y coreógrafas del siglo XX creyeron en la necesidad de crear nuevas formas de expresión y de liberar el cuerpo femenino enfrentándose a las convenciones sociales y al rígido canon del ballet romántico. Isadora Duncan, Loïe Fuller, Joséphine Baker, Tórtola Valencia, Mary Wigman, Martha Graham y Doris Humphrey sentaron las bases de la danza moderna gracias a su creatividad, su revolucionaria puesta en escena y su estilo de vida transgresor.
Espacio Fundación Telefónica presenta ‘La bailarina del futuro. De Isadora Duncan a Joséphine Baker‘ –del 23 de marzo al 24 de junio de 2018, en la cuarta planta– un nuevo proyecto expositivo en la línea ya iniciada años anteriores, basada en el deseo de presentar la modernidad a través de figuras que contribuyeron a su invención. Una exposición que reivindica el papel de estas mujeres pioneras y presenta la danza del cambio de siglo como una forma de arte nuevo.
La muestra, comisariada por María Santoyo y Miguel Ángel Delgado, ha contado para la elaboración de los contenidos con el asesoramiento de la Doctora en Filosofía por la UCM y experta en teoría de la danza Ibis Albizu y con la participación de la bailarina profesional Agnès López Río, que recrea a lo largo de la muestra los movimientos más conocidos de estas bailarinas a través de una experiencia audiovisual envolvente.
A través de recursos museográficos tradicionales e instalaciones audiovisuales de carácter escenográfico, el proyecto expositivo presenta siete espacios experienciales que corresponden a estas siete figuras, partiendo de Isadora Duncan, la precursora e iniciadora de esta revolución en el mundo de la danza.
Isadora Duncan
Isadora Duncan (San Francisco, EE.UU, 1877 – Niza, Francia, 1927). Pionera y visionaria; la primera en cuestionar el ballet clásico. Su creatividad, su revolucionaria puesta en escena y su estilo de vida causaron un profundo impacto en sus contemporáneos.
Fue la inspiradora del resto de protagonistas de la muestra, un mito que impulsó la posterior formulación de la danza como un lenguaje específico de vanguardia. Duncan contrapuso un movimiento sinuoso, fluido, orgánico y libre a la estructura geométrica del ballet y rechazó así la verticalidad y el encorsetamiento. Sus fuentes de inspiración fueron el oleaje marino, que ella recreó en los escenarios, y las figuras de las cerámicas griegas. De ellas, tomó algunas de sus fórmulas más revolucionarias: los pies descalzos, las túnicas, el fondo neutro y las poses extáticas de las danzas dionisíacas. Otros de sus referentes fueron también la poesía de Walt Whitman o la pintura de Sandro Botticelli. Aunque apenas hay registros ni gráficos ni audiovisuales de su danza, su icónica forma de bailar quedó recogida en escritos, reseñas, críticas teatrales, representaciones de artistas plásticos y a través de sus discípulas, las Isadorables. La exposición recoge además una selección de una secuencia de acuarelas del pintor modernista americano Abraham Walkowitz que representan los movimientos de baile de Duncan.
La escena popular: Loïe Fuller, Tórtola Valencia y Joséphine Baker
Este ámbito está dedicado a tres representantes del ambiente libre de la escena popular: Loïe Fuller, Tórtola Valencia y Joséphine Baker. Bailarinas de enorme popularidad en su época, que sacudieron clichés y rompieron tabúes sexuales con bailes como el cabaré o el charleston, y que llegaron a influir en los ambientes más académicos.
Este apartado muestra un extracto de la película “La Bailarina” de Loïe Fuller (Fullersburg, EE.UU, 1862 – París, Francia, 1928), cuya danza se vio influenciada por las leyes de la refracción de la luz y todo tipo de luminiscencia. En una visita a la Catedral de Notre Dame de París quedó embelesada por los colores que las vidrieras efectuaban sobre su vestido. Así empezó su interés por comprender las leyes de la ciencia y su relación con destacados científicos como Camille Flammarion o el matrimonio Curie. Sus hallazgos fueron aplicados en espectáculos en los que usaba la luz eléctrica de una forma nunca vista antes. Joséphine Baker (San Luis, EE.UU, 1906 – Paris, Francia, 1975) la reina del charleston o también conocida como la “Venus de Bronce”, revolucionó el mundo de la danza en los años 20 con una danza salvaje, basada en saltos enérgicos atrevidos, mímica, torso desnudo y contorsiones violentas. En febrero de 1930, debutaba en Madrid en el ya desparecido teatro Gran Metropolitano. En la misma época en que la española Tórtola Valencia (Sevilla, 1882 – Barcelona, 1955) embrujaba al público con el exotismo de la danza oriental que empezaba a imperar en los teatros cultos y populares de Europa y Estados Unidos. Los bailes de ambas se reflejan en la muestra con carteles originales de sus espectáculos, recortes de prensa, fotografías e indumentaria que usaban en sus representaciones.
Expresionismo: Mary Wigman
La alemana Mary Wigman (Hannover, Alemania, 1886 – Berlín, 1973) protagoniza esta sección que analiza la relación entre la bailarina y coreógrafa con el expresionismo alemán y la máscara, símbolo de los temores de la sociedad europea de entreguerras.
Wigman creía en una danza total sin ataduras, en la que daba protagonismo además a la fuerza del movimiento de las manos y a la presencia del suelo. También dada su estrecha vinculación con el movimiento expresionista alemán “Die Brücke” era fácil ver en sus montajes la influencia entre las artes escénicas y la danza, sobre todo, en el diseño de vestuario, coreografías o escenografías. El espacio dedicado a la única bailarina europea en la muestra está centrado en la pieza coreográfica “La danza de la bruja” (1914) y la máscara ceremonial, que mandó crear influida por los teatros Noh y Butoh japoneses. Además de una instalación con 12 máscaras, una de ellas original del teatro Noh, se exhibe material gráfico que muestra la relación entre la alemana y Rudolf von Laban, autor del método de notación coreográfica de mayor implantación en la actualidad, que ambos contribuyeron a desarrollar y que buscaba liberar a las bailarinas del yugo de cualquier otro tipo de expresión artística. Una instalación interactiva permitirá al público realizar su propia coreografía y verla traducida en una partitura gráfica en tiempo real, mediante los símbolos que conforman el sistema de notación Laban.
Martha Graham
El siguiente espacio está dedicado a Martha Graham (Pittsburgh, EE.UU, 1894 – Nueva York, 1991), creadora de un lenguaje coreográfico autónomo, capaz de comunicar toda pasión esencial y que sigue vigente en la educación de cualquier bailarín contemporáneo.
Su método sitúa el centro del cuerpo en el plexo solar y está basado en la contracción y expansión del movimiento pélvico. Cada gesto de sus coreografías tiene un significado preciso que apela a las emociones, cargado de teatralidad, introspección y solemnidad.
Una gran instalación audiovisual, inspirada en la cita en la que denomina a los bailarines “atletas de Dios”, centra este espacio. Seis pantallas, que simulan un friso olímpico, recrean seis movimientos repetidos en secuencia que corresponden a seis pasiones: Alegría, Tristeza, Ira, Miedo, Amor y Deseo. Graham creía que la danza era el método idóneo para la expresión de los arquetipos, término acuñado por el psicoanalista Gustav Jung para aludir a imágenes y temas que forman parte del subconsciente de la humanidad y que sirven para alimentar las leyendas y mitos de las culturas. Graham fue la más intelectual y la que tuvo más influencia en la siguiente generación.
Doris Humphrey
El último apartado lo protagoniza la coreógrafa Doris Humphrey (Oak Park, EE.UU, 1895 – Nueva York, 1958), revolucionaria por acabar con la verticalidad en la danza y por apostar por la gravidez y poner así en valor la atracción del cuerpo del bailarín hacia la tierra.
Es la primera en romper con la estructura jerárquica y piramidal de la prima ballarina e imponer movimientos basados en la horizontalidad del grupo.
Una triple instalación audiovisual recrea la caída del cuerpo controlada y juega con el control del equilibrio y el desequilibrio, lo estático y el movimiento, mostrando así el concepto que Humphrey denominó Kinestesia.
En esta instalación podrán verse tres representaciones temporales de la caída: la de Humphrey y, en las otras dos pantallas y representadas por la bailarina profesional, Agnès López Río, una improvisación del mismo movimiento en presente y otra con una línea más futurista.
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