La mujer con cuya danza basada en una sincronización entre el cuerpo y la tierra parece bailarle lo mismo a las raíces más profundas que a lo más alto del cielo.
El tío de Germaine Acogny (Benin, 1944) no podía parar de reír. Siempre era una sorpresa ver a su sobrina de seis años moverse de esa manera tan extraña. La niña seguía la música guiada por su instinto y conseguía algo que despertaba carcajadas y, con el tiempo, haría historia. Hoy a Acogny se la considera la creadora de la danza moderna africana, donde la tradición resuena tan fuerte como los pasos de los bailes ancestrales que practicaba su abuela, la sacerdotisa yoruba.
Germaine regresó de Francia con la cabeza dada la vuelta, en lo profesional, y en lo personal. Su entonces marido le informó de su deseo de hacerse polígamo. Ella cogió a sus dos hijos y le dejó, segura de que la danza les mantendría a flote. Y así fue. Léopold Sédar Senghor, el presidente que quiso convertir Senegal en referente cultural, se interesó por ella y pidió opinión a su amigo, el maestro galo Maurice Béjart. El genio dio su visto bueno y la nombró directora artística de Mudra Afrique, la versión subsahariana de su escuela de Bruselas.
Desde ese momento, el bailarín y coreógrafo apadrinó a aquella mujer que parecía bailarle lo mismo a las raíces más profundas que a lo más alto del cielo. En Bélgica, donde se trasladó para impartir danza africana en la escuela de Béjart, promovió su técnica, basada en una sincronización entre el cuerpo y la tierra. En sus movimientos, la columna vertebral manda, es la "serpiente de la vida", y la naturaleza cumple una función primordial.
La manera en la que Acogny desnuda su alma sobre el escenario y cómo expía sus miedos a ritmo de ráfagas corporales hacen de sus obras momentos inolvidables que ha paseado por todo el mundo. En 1996 puso en su país con su marido, el alemán Helmut Vogt, la primera piedra del sueño de su vida, LÉcole des Sables, que inauguraron en 2004: "Un pueblo para la danza", que acoge su compañía, donde se imparten cursos, y que también sirve de rincón de meditación para reconciliarse con la tierra y sus energías.
"Todas las mañanas realizo mis ejercicios de meditación, mi entrenamiento, camino una hora por la playa y concluyo con un baile oración", afirma la bailarina de 72 años. "Hay que echar raíces en el suelo para poder elevarse hacia el cielo", repite a sus alumnos al son del balafón, el dum dum o el yembe. "La danza es la vida".
- Nació en Benín, en 1944. Su padre era funcionario.
- En 1968 fundó su primer estudio de danza en Dakar.
- Entre 1977 y 1982 dirigió en esta ciudad la escuela Mudra Afrique, creada por Maurice Béjart y el presidente de Senegal, y poeta, Sédar Senghor.
- En 1982 se traslada a Bruselas, a la compañía de Maurice Béjart.
- En 1997 es nombrada en París directora artística de Dance Section of Afrique en Créations.
- En 2004 crea LÉcole des Sables en Senegal con su marido. Uno de sus dos hijos es su director artístico.
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